Todos estamos hartos de la dichosa Pandemia… Y en estos días que debemos quedarnos en casa hemos de realizar algunas actividades que normalmente no hacíamos o que no teníamos el tiempo para hacerlas. Muchos han incursionado en la cocina, hacer pan, un huerto, etc. Seguramente todos hemos aprendido algo de la pandemia mundial. Unos sobre el poder de un virus y cómo combatirlo, otros sobre las funciones económicas, otros sobre la desigualdad en todos sus niveles, otros en el poder de la información. Pero algunos han reforzado algo que ya conocían y con este escenario lo único que han logrado es hacer evidente lo que hace fuerte o débil a una estructura.
Incluso dentro de los mismos mezcales tradicionales hay diferencias en capacidades de elaboración. Hay desde los que producen 30 lts por lote hasta unos 1,000 lts. Diferentes métodos y rendimientos de producción. A algunos les da la posibilidad de comercializar fuera de su comunidad o incluso fuera del país.
Estas estructuras económicas generan una cierta dependencia que puede ser muy conveniente cuando el flujo monetario se da y se puede utilizar como una herramienta muy útil (recordemos que eso es el dinero, sólo una herramienta, no es bueno ni malo).
Sin embargo, cuando una crisis como la que vivimos se genera, los comercios se cierran de un día para otro y detienen el mercado, entonces es cuando estas estructuras flaquean y muestran de lo que realmente están construidas.
Desde que inició la pandemia nos dedicamos a sondear y preguntar a varios productores cómo les estaba yendo, cómo se ha vivido la contingencia en sus comunidades y cómo había afectado sus rutinas de vida.
A la mayoría les ha afectado sobre todo desde un aspecto comercial, sea directa o indirectamente. Entre más se produjera para comercializar, mayor fue el impacto. Sin embargo, a los más pequeños, notamos que el impacto había sido casi distinto, había sido muy bajo, pues la dependencia de esa economía ajena a la propia, a lo que producen para el autoconsumo, tanto en bebidas como en alimento, sigue siendo algo que ellos controlan, no dependen de un mercado volátil y cambiante. Mientras sigan produciendo de la manera que han hecho para mantener el balance de sus costumbres bio culturales, sus pilares son fuertes e independientes. Así pues, el impacto de estas crisis no son tan relevantes como para una persona citadina.
Esto de cierta manera nos demuestra que el valor y la importancia del mercado es muy subjetivo. Que en realidad eso no refleja el valor tradicional, comunitario y campesino que representan las familias mezcaleras. Es una estructura basada en la especulación. Lo que estos productores generan es una estructura basada en la realidad cotidiana, en el trabajo del campo y en las las opciones que saben aprovechar y trabajar. Como se dice: “no poner todos los huevos en la misma canasta”, así, si una fuente de ingreso (económico, alimentario, recurso natural) escasea, hay más opciones.
Entonces, tal vez tenemos mucho que aprender de estructuras diferentes a las que vivimos cotidianamente e incorporarlas o sustituirlas. Los momentos de crisis son los mejores para experimentar cosas nuevas, romper viejos moldes y hacer limpieza a profundidad para quedarnos con lo que realmente necesitamos. Construir a partir de eso y generar un escenario pleno, equilibrado; un círculo virtuoso.
Sigamos aprendiendo juntos y les dejo una cita que vi en una publicación de Edgar Ángeles Carreño: “¿Cómo entender la tierra si nunca la has pisado?”