Miguel Ángel Partida es el nombre del noveno hijo de Macario Partida, tabernero oriundo de Zapotitlán de Vadillo, al sur de Jalisco. Con la marca “Chacolo”, Miguel Ángel concentra los esfuerzos de su tradición familiar que desde hace generaciones producen vino de mezcal y que para extraños reconocen con el nombre acotado de mezcal. Las palabras son poderosas y Miguel Ángel lo sabe bien: aquí nos cuenta la peripecia que ha enfrentado desde el día que se entero que no podía llamar mezcal a su bebida.
―¿Miguel Ángel quién te dijo que no podías nombrar mezcal a tu mezcal?
La historia comienza cuando empecé a salir a ferias y exposiciones. Allá por 2008. Iba a las ciudades, a Guadalajara, a Ciudad de México. Iba primero con unas botellas de refresco y me decían que estaba bueno el producto. “Sí es mezcal, deberías ponerle una etiquetita que diga que es mezcal para que se venda mejor” me decían. Así que en la siguiente salida a exposiciones le agregamos una foto de la parcela con unos agaves que decía “Mezcal Zapotitlán”, con un teléfono y el nombre de mi papá “Don Macario” como maestro mezcalero. En aquel entonces vendía el mezcal y me preguntaban ¿de dónde eres? De Jalisco les decía. Y había gente que con esa respuesta me advertía en Jalisco no le puedes llamar mezcal. “Traes tequila” me decían. Yo les decía que no y allí nos peleábamos que si mezcal que si tequila. Hasta que explicaba el porqué pero aún así me aseguraban que no podía llamarle mezcal.
De allí me nació la curiosidad por estudiar la norma de la Denominación de Origen Tequila y la del Mezcal, así empecé a entender por que no podía llamarle mezcal ni tequila a mi bebida. Era 2010 y yo le seguía poniendo a la etiqueta “mezcal” hasta que en 2011 me llegó la notificación de Profeco (Procuraduría Federal del Consumidor) diciéndome que no le podía llamar mezcal. Aquel día estaba en un restaurante en la Ciudad de México y me pidieron que contestará la notificación en 5 días, cosa que no hice. Sin embargo, me obligó a estudiar la NOM (Norma Oficial Mexicana) de etiquetado para ver qué debía decir, en qué colores, qué tipo de letra, así tuve que echarme un clavado en todas esas normas.
Para cuando dominé las normas de mezcal, de tequila, las normas de etiquetado, y sobre todo bajo que normas me tenía que regir y qué nombre le tenía que dar, en ese momento entendí el ambiente legal en el que me desenvolvía. Así que hasta ese día registramos la marca en el IMPI (Instituto Mexicano de la Propiedad Intelectual). Fue en 2013. La etiqueta había cambiado con el nombre de “Chacolo” ahora como “destilado de agave”. En el recorrido perdimos un nombre que quisimos registrar antes de Chacolo ya que unos meses antes que llegáramos al IMPI un tipo muy listo había registrado más de 40 nombres de marcas, entre ellas “Don Macario”. Él nos la quería vender carísima así que desistimos del nombre de mi papá como marca. Pensamos en otro nombre, en otra botella, en fin, una manera renovada de salir al mercado.
Para ese lanzamiento al público en la etiqueta aparece mi papá arrodillado con el machete. Pero ahí tuvimos problemas con el fotógrafo que tomó la foto a mi papá. Y entre los derechos de la imagen y otras discusiones aprendimos más sobre cómo es el negocio del mezcal donde tienes que aprender a nadar entre tiburones. Entonces para no pelear, contratamos otro diseñador que hizo un nuevo diseño y con esa propuesta estamos trabajando actualmente. Y ya aprendida la lección, registramos la etiqueta para que al rato no llegará otro gandalla y nos quisiera cobrar porque él la registro antes. En el camino cada vez te pones más vivo.
―¿Cuánto importa el nombre de las cosas?
Mucho. En un principio la bebida no se conocía, la marca tampoco y menos la gente aceptaba tomar un destilado de agave. Si decías mezcal entonces sí probaban pero mientras te apegabas a la norma con el nombre de “destilado de agave” era muy difícil que la gente te escuchara. Ese era nuestro problema para comercializarlo. Al no poder decirle a tu bebida mezcal llevamos una desventaja desleal al venderlo. Al llamarlo “destilado de agave” y no mezcal, desde ahí la venta se detiene. Y para uno que empezó desde abajo es complicado ver cómo inviertes y tardas mucho en volver a invertir en lo que se nos exige: los asuntos de contabilidad, lo legal, los diseños, etcétera. Nosotros avanzamos como pudimos. Para mí ha sido muy complicado porque todo mundo se quiere aprovechar de la situación. Y no solo a mí, por ejemplo, está el caso del “komil” (en 2016) que nadie le hizo caso. Al final echaron para atrás esa iniciativa…
Miguel Ángel recuerda el nombre infame de “komil”, tal vez, la propuesta más descaradamente mentirosa que hemos escuchado en la última década en torno a cómo nombrar a los destilados de agave fuera de la norma de denominación de origen. Lo que muestra que no solo las palabras de uso corriente, como “mezcal”, han sido despojadas a los hablantes siendo sustituidas por marcas comerciales. También significa que no hay escrúpulo al querer sembrar la confusión. De esta manera hacen de la voz ―del habla entre amigos― un acto de resistencia.